🌸 Aunque sé que me duele…

La historia

Había una mujer que un día decidió dejar de orar.

No fue por falta de fe, ni porque dejara de creer en Dios, sino porque se sintió indigna. Su corazón estaba cargado con enojo, decepción, tristeza, y resentimiento… especialmente hacia alguien que la había lastimado profundamente.

Esa noche, cansada de todo, pensó:
“¿De qué sirve obedecer si igual nada cambia?”

Y aunque sabía que ciertas cosas le hacían daño —cosas que el Espíritu Santo ya le había mostrado evitar— decidió hacerlo igual. No por rebeldía fría, sino desde un corazón herido que gritaba en silencio:
“Estoy dolida, Señor… ¿me sigues viendo?”, preguntó.

Pero aun en medio de esa rebeldía callada, Dios no se apartó.
Él estaba allí. Viéndola. Amándola. Esperándola.

📖 Una historia bíblica parecida

Una historia muy parecida es la de Elías bajo el enebro (1 Reyes 19:1-8).
El profeta que había visto fuego caer del cielo… huye, se esconde y le pide a Dios que le quite la vida. Estaba tan cansado, tan quebrado emocionalmente, que ya no tenía fuerza ni para orar correctamente.

Y aun así, ¿qué hizo Dios?
Le envió un ángel que puso comida a su lado, lo tocó, y le dijo:

“Levántate y come, porque largo camino te resta.” (v.7)

Elías no fue condenado por su dolor. Fue restaurado en su silencio.

🕊️ Reflexión: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo te hablan

El Padre te dice:
“Yo te sigo viendo como mi hij@ amad@. Yo sé lo que cargas, y no te condeno.
No quiero que te escondas de Mí cuando fallas, quiero que corras a Mí.
Estoy aquí… y no me he ido.”

El Hijo (Jesús) te dice:
“Yo también tuve momentos de dolor en la tierra. Yo lloré, fui traicionado, sentí cansancio, y dije:
‘Padre, si es posible, pasa de mí esta copa’.
Pero aun allí, el Padre Me sostuvo…
y a ti también te sostendrá.”

El Espíritu Santo te dice:
“No me ofende tu enojo. No me apago por tu tristeza.
Yo soy tu Consolador, y aunque no Me hables por un momento, Yo sigo aquí.
Esperando que abras tu corazón otra vez…
No para juzgarte, sino para abrazarte.”

🙏 Oración 

Padre mío…
Perdóname por los momentos en que mi dolor ha sido más fuerte que mi obediencia.
Perdóname si me he alejado o si he ignorado tu voz.
No es que no quiera obedecerte, es que a veces me siento tan cansad@, tan rot@, que no sé cómo seguir.

Pero hoy reconozco que no quiero vivir lejos de Ti.
Hoy decido acercarme, aunque sea con lágrimas, aunque sea con confusión,
aunque no entienda todo lo que permites, yo sí quiero que Tú me abraces.

Jesús, llévame de la mano de nuevo.
Espíritu Santo, consuélame.
Papá, gracias porque no me dejas, incluso cuando yo me suelto.

Amén.

 

—🕊 Eliyael

 

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